lunes, 31 de agosto de 2009

Autorrelato

Y trás 22 vueltas alrededor del mismo lugar, decidió dar otra más. Quién sabé a quien encontraría (o reencontraría) en esta nueva vuelta. Y empezó a correr de nuevo con una sonrisa y un buen sabor de boca. Además, dar vueltas alrededor del sol no cansaba tanto.

¡Mil gracias a los que me acompañan!

viernes, 21 de agosto de 2009

El laberinto

Hoy pensaba haber escrito una historia, pero mi cabeza ha cambiado totalmente algo intrascendente hacía esto. Nunca encuentro un final para mis relatos. Y sin embargo a veces te pones a escribir y llegan solos. Hoy es uno de esos días.

Aquel día había sido largo pero no tenía ganas de llegar a casa. El hombre de la emisora de radio cacharreaba sin parar sobre la gripe A, la crisis y diversos temas de actualidad sobre los que no decía más que lo que había sido dicho ya. No estaba para escuchar a nadie asique apagó la radio y puso el Cd. La música de un recopilatorio grabado por él algunos años atrás llenó el coche.

Empezó a conducir siguiendo más la música que un camino fijo. Cruce a la izquierda, después a la derecha, y luego todo recto por aquella calle. No la conocía. Apagó el cigarro, bajo la ventanilla y tiró la colilla por la ventana. No volvió a subir la ventanilla, le sentaba bien el aire en la cara. Siguió callejeando sin ningún rumbo fijo intentando fijarse en las calles y edificios. No era un mal barrio, había gran cantidad de comercios (cerrados a aquellas altas horas de la madrugada) en la zona baja de altos edificios residenciales.

Decidió aparcar por allí cerca, ya buscaría como volver y si no, siempre podía conectar el GPS y dejar que aquella voz robótica le indicara (aunque le gustaba aquel matiz explorador que tenía el ir sin él). Vio un sitio libre, aparcó y bajó del coche. Cerró la puerta con el mando a distancia y caminó por la acera. A pesar de llevar viviendo en aquella ciudad más de diez años sólo conocía poco más que su barrio.

El letrero de un bar llamó su atención: “el laberinto” gritaba con sus brillantes letras verdes. Se asomó a la ventana y vio que estaba casi vacío. Entró y se imaginó como sería entrar en aquel ambiente tranquilo gritando “Buenos días” y ver que harían las 3 parejas sentadas en los sillones y los 2 jóvenes de la barra. Sonrió para sus adentros.

Se acercó a la barra y se sentó en un taburete. Miró a los tertulianos. Los dos jóvenes parecían estar hablando entre ellos en una conversación muy interesante, pues no perdían prenda de lo que el otro decía. Por otro lado en los sillones una pareja en cada fase de las que recordaba, una haciéndose cariñitos, otra hablando tranquilamente y la otra parecía estar discutiendo.

- Buenas noches, ¿Qué quiere que le ponga? – Se giró hacia la voz, una atractiva joven de veinticinco años aproximadamente.
- ¿Qué recomendarías a alguien con un mal día?
- Mmmm, déjame elegir.

La miró fijamente mientras cogía diferentes botellas y las volvía a dejar en su sitio. Estaba ensimismado con ella. Realmente era una chica muy guapa, hacía mucho que no veía a nadie que le llamase tanto la atención como ella. Morena, alta, delgada, morena de piel, ojos verdes y todo ello en una armonía perfecta. Cuando se quiso dar cuenta la tenía otra vez frente a él.

-Aquí tienes. – Le dijo con una sonrisa que hizo que el también sonriera, - Le llamo el quitapenas. – Se subió un poco a la barra y se acercó a su oído, - Es una receta que invente para los malos días. – le dijo susurrando.
- ¿Tan mal me ves que me pones dos vasos? – Dijo mientras ella se alejaba.
- Jajajaja – Aquella carcajada le sonó como de un ángel, ¿Qué le estaba pasando? Él nunca se había enamorado sin más; siempre le había costado su tiempo. – Si no te importa, me gustaría beber esta copa contigo. Hoy tampoco ha sido mi día.

En aquel momento su boca habló sin permiso de su cerebro.

- Quien sabe, quizá no necesitásemos tomar un quitapenas para mejorar nuestro día.

Ambos se sonrieron mientras guardaban sus alianzas en los bolsillos.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Durmiendo despierto.

Esta es una de estas historías que ves una vez en la cabeza, crees que vas a olvidarla y va y viene continuamente hasta que la sacas al papel (en este caso a la pantalla). La he visto tantas veces antes de dormir que era necesario dejarla salir para dar paso a nuevas ideas. A ver que os parece:

Era tarde. La lluvia golpeaba los cristales mientras él, sólo en casa ya que sus compañeros aun no habían vuelto, veía una serie tumbado en la cama. Estaba a punto de quedarse dormido; la serie era entretenida, pero había sido un día agotador y ya eran casi las tres de la mañana.

Cogió el reloj de nuevo: las 2:58 marcaba en formato digital. Volvió a dejarlo sobre la mesilla y se estiró ocupando toda la cama.

“Creo que ya va siendo hora” se dijo a si mismo mientras cerraba los ojos, el ordenador estaba programado para apagarse cuando acabara la serie. Le gustaba dormir oyendo voces, quizá eso le ayudaba a dormir o quizá así no se sintiera tan sólo. Quién sabe. Se acurrucó un poco sobre las sabanas, y lo único que recordó es el sonido del ordenador al apagarse, y el ruido de la lluvia cayendo sobre el cristal de la terraza. Cayó dormido.

Estaba en lo más profundo de un sueño cuando un ruido le hizo despertarse. Vio el móvil iluminado en la mesilla. No tenía ninguna gana de levantarse y cogerlo, pero algo le hizo realizar esos movimientos involuntariamente. Entonces vio que el mensaje era de ella. Ella.

Su mente empezó a vagar en los recuerdos mientras su dedo abrió aquel digital mensaje que parpadeaba sobre la pantalla. Cuando bajó de las nubes ya lo había leído un par de veces, pero no se había enterado.

“¿Aún es tarde? ¿Podría pasar a verte?”

Su dedo, más rápido que su mente, ya había mandado la respuesta. “Sí, ven cuando quieras”.

Casi no había terminado de mandar el mensaje cuando recibió otro. “Abre. Estoy en la puerta”.

Se sorprendió y tras leer tres veces más el corto mensaje se levantó de la cama y fue por el oscuro pasillo hacia la puerta de entrada. Miró por la rendija y todo estaba oscuro; a pesar de todo, abrió la puerta.

A pesar de la oscuridad pudo reconocerla. Dio la luz de la entrada y ahí estaba ella de nuevo, Una gran parte de su pasado. Estaba empapada y por su pelo todavía caían gotas de agua. La miró a los ojos y vio que los tenía rojos, se notaba que había estado llorando.
- Yo, eh …
- Pasa.- Dijo él. – No te quedes ahí en la puerta.

Una vez en la entrada ambos se miraron fijamente. Habían pasado varios años.
- Yo… se que el único sitio donde me esperarías sería aquí. No tengo a quien recurrir. – Empezó a llorar de nuevo, - Yo… Esta tarde… Llevo todo el día…
Sólo recibió un abrazo por respuesta. El tiempo paso y ambos necesitaban ese abrazo. No supo cuanto tiempo pasó, pero lo siguiente que dijo fue:
- Ponte cómoda, mi habitación es la segunda a la derecha. Ahora te saco ropa seca aunque te quedará enorme. ¿Tienes hambre? Voy a prepararte algo a la cocina, mientras vete sentando y descalzándote. Ahora te llevo algo. Shhh, calla, no necesito explicaciones.

Y aquí acaba la historia. No he sido capaz de ver nada más... A ver si hoy que ya he vaciado un poco de memoria alguna neurona me cuenta como sigue... y como acaba... :S

viernes, 14 de agosto de 2009

Crónicas de Bibi, la Bibliotecaria de mi Barrio - Cap II

A pesar de lo que penseís, cualquier parecido con la imaginación es pura coincidencia.

Era sábado asique no había tráfico y llegó puntual a la biblioteca. Vió acercarse a su jefa cuando estaba aparcando el coche y cuando llegó a la puerta acababa de abrirla.

- Buenos días – Dijo Bibi.
- ¡Buenos días! – Dijo Esther, su jefa. – ¿Con ganas de trabajar?
- Por supuesto, nada mejor que trabajar después de terminar las vacaciones. No queda otra.

Ambas rieron y Esther fue indicando a Bibi de lo que se ocuparía. Se encargaría de rellenar algunas fichas y de mantener el orden en la sala superior de las 3 que había. Era la más silenciosa puesto que allí era donde estudiaban la mayoría de los universitarios y gente que preparaba oposiciones, asique no tendría que tener muchos problemas.

Cuando subió eran las 9:15 y todavía nadie había llegado.

“Que vagos son estos universitarios – Pensó Bibi- Creo que van a pasarlas canutas como sigan estudiando de esta manera. Bueno, ya me encargaré de ellos, primero a lo mío. ”

Mientras colocaba los libros en los estantes y fichaba los nuevos que habían comprado puso el aire acondicionado. Hacía un calor infernal allí dentro. Hasta las 10:30 no llegó el primer estudiante. Estuvo a punto de saludarle, pero recordó que estaba dentro de la biblioteca y que alli no podía hablar, además tenía cara de dormido.

“Te acabas de levantar ¿Verdad? – Pensó – Pues tranquilo, que yo te ayudo a despertarte ahora.”

Y mientras el joven se sentaba en su sitio y colocaba todos sus apuntes, apagó el aire acondicionado. No sería ella quien le congelara las ideas, era mejor asií calentito, para que el cerebro pensara con la ebullición.

El muchacho no se percato (estaba demasiado dormido). Mientras iban llegando más y más estudiantes, y a pesar de que les oía quejarse del calor que hacía allí dentro, no hizo nada al respecto. “Haber llegado antes”. La gente empezaba a sudar y el calor aumentaba. Pero eran ya las 11:00, la “hora del café”.

Bajó a buscar a su jefa para tomar el café.

lunes, 10 de agosto de 2009

Crónicas de Bibi, la Bibliotecaria de mi Barrio - Cap I

Bienvenidos a una nueva saga. Las Crónicas de Bibi. Creo que tras leer este primer capitulo sabreís la trama básica. Creo que tiene personajes muy próximos y cercanos. Real como la imaginación misma. Atentos a las próximas entregas... xD. Espero os guste.

Era una calurosa mañana de un día uno de agosto de cualquier año y Bibi se había levantado con su habitual sonrisa en la cara. Había conseguido trabajo en una biblioteca. Ya había trabajado en otros lugares, pero ser bibliotecaria era una nueva experiencia. Sabía las cosas básicas que toda bibliotecaria tiene que saber (había estudiando muchas veces para llegar a ser lo que era).

Se estiró en la cama, todavía no había sonado el despertador asique tenía tiempo. Su ropa estaba preparada sobre la silla, y el tiempo que tardaba en ducharse y arreglarse lo tenía calculado. Mientras esperaba el ansiado sonido pensó en lo que tenía que hacer:

“En la biblioteca tengo que estar de 9 a 20:30, con un descanso de una hora para comer, ¿y luego cuando salga? ¡Ah sí! Quedé con Ana para tomar un café, hace tanto tiempo que no nos vemos”

El sonido del despertador le hizo salir de sus cavilaciones. Se levantó de un salto y con las zapatillas se dirigió a la ducha. Le pagaban por no hacer nada y sentarse delante de un ordenador. ¿Quién podía quejarse ante algo así? Era feliz.

Además tenía algo que siempre había deseado: Poder.

Cerró el grifo de la ducha. Su sonrisa cambió de amistosa a malvada. Ahora ya nadie podría detenerla.