martes, 15 de diciembre de 2009

La cena

Hoy rescato un cuentecillo de los que hace tiempo escribí. Estos cuentos son muy utiles cuando escribes algo y la idea no te convence, puedes tirar de ellos y sentir que has actualizado el blog :)

Cuando salió a la calle y el aire fresco rozó sus mejillas, supo que ese iba a ser el día. Decidió prepararlo todo concienzudamente, que ningún detalle se escapase de sus manos.
Lo primero, fue a comprar la cena. Se acercó al supermercado de debajo de su casa y compro dos enormes langostas. También compró algo para la salsa y algunas cosillas más para comer. Para el postre compro bizcochos y varias tabletas de chocolate. Iba a crear una de las mayores tartas de chocolate que nunca se ha visto.
Después volvió a casa a poner las langostas a cocer y mientras volvió a comprar. Necesitaba velas y flores, y ya vería si encontraba algo más que le gustase.
En cuanto tuvo todo comprado, volvió a casa y empezó a preparar los asuntos. Faltaban unas cuatro horas y media para que llegase; y todo tenia que estar listo. La langosta era lo principal pero lo que menos tiempo le llevaría, seguía en el fuego poniéndose roja.
Empezó a abrir paquetes de velas, ¿doscientas serían suficientes? Mmmm, todavía estaba a tiempo de bajar a comprar más. Las empezó colocando desde la puerta de entrada siguiendo por el pasillo hasta el comedor. En el comedor se abrían en un gran circulo donde dentro estaban las sillas y la mesa donde cenarían. Sobre la mesa, dos enormes velas les alumbrarían, no habría necesidad de luz eléctrica esa noche. Sería un ambiente mucho más intimo.
Después empezó a quitar los pétalos a todas las rosas que había comprado, he hizo lo mismo que con las velas, un sendero (en vez de un pasillo como con las velas, esta vez puso los pétalos por medio del pasillo) hasta el comedor, para acabar en un par de rosas que puso sobre un jarrón en la mesa. El toque de perfume ya estaba dado.
Mientras hacia esto estaba también pendiente de la langosta. Ya estaba preparada y solo quedaba hacer la salsa. Abrió los armarios, y sacando las especias y cacharros necesarios, hizo la salsa de tradición familiar que tan buen sabor daba a la langosta. Dejo todo preparado para sacarlo 5 minutos antes de que ella llegase. Faltaba una hora. Tenía que arreglarse.
Se duchó concienzudamente, se peinó y secó el pelo, se afeitó, lustró sus zapatos y se perfumó. Estaba listo.
El resto de tiempo lo invirtió en encender las velas del pasillo y llevar la comida al salón donde todo estaba preparado. El vino, especial para la ocasión, lo dejo en la hielera a la espera de descorcharlo cuando empezasen a comer.
Miró el reloj, quedaban tres minutos para las diez y media; tenía que estar a punto de venir. Se sentó en la silla esperando su llegada.
El reloj de péndulo dio las diez y media, y el se sobresaltó creyendo que habían llamado al timbre.
-¡Qué tontería!-Pensó. Y se volvió a sentar.
El reloj siguió marcando cada cuarto de hora, cada media hora, cada hora, y mientras tanto la cena se fue enfriando, el vino calentando y las velas del pasillo apagándose.
- Quizá se esté retrasando... ¡pero seguro que viene! - Y sonrió.
Las doce, la una, las dos... Las enormes velas que compró para la mesa empezaron a apagarse tras llenarse de cera. Los hielos, ya fundidos, hacían bailar a la botella en la hielera, las velas del pasillo al apagarse dieron paso a oscuras sombras de pétalos pudriéndose.
Él mientras, contemplaba el reloj.

A las 5 empezó a recoger todo. Ya sabía que no vendría. Otro día más. Pensó en porque habría perdido tanto el tiempo mientras recogía la mesa; en el esfuerzo realizado para nada mientras tiraba las velas a la basura, en las ilusiones rotas mientras barría los pétalos de rosa. Una vez que no quedó rastro alguno de su frustrado plan, se fue a dormir.
Y soñó que ella si vendría esa noche, y soñó que por fin sería realmente feliz, y que todo el trabajo invertido valdría para algo. Y se sintió muy feliz. Hasta que despertó. Y entonces se dijo:
-!Voy a prepararle una de mis mejores cenas esta noche, y adornaré la casa como nunca he hecho. Seguro que es esta noche!
Y salió a la calle mientras pensaba en que ayer no había llegado. Pero sabía que algún día sería el día, y él estaría preparado.