domingo, 14 de febrero de 2010

Cafetería

Aviso este relato ocupa 2 folios. Luego no digaís que no lo avisé.

Porque ¿Quién sabe cuando volveremos a vernos?

Otra vez allí.

Estaba en pie mirando con una mano sobre mis ojos el interior de aquella cafetería como tantas y tantas veces había hecho años atrás. El olor de los pastelillos recién hechos seguía siendo su particular perfume, o al menos así lo recordaba. Por el cristal vio que el lugar no había cambiado demasiado en lo que a clientela se refería: más bien poca y la mayoría solían ser amigos del dueño que charlaban contándose sus historias en la barra. Desde la ventana no había rastro de ella. Decidió entrar.

Tras pasar la puerta y a pesar de los grandes ventanales, el local le pareció más lúgubre que antes. Seguía teniendo sus colecciones de arte itinerante que cualquiera podría comprar en las paredes, las velas con el incienso seguían colocadas en cada mesa, pero le faltaba un toque de brillo con el que lo recordaba. Se sentó en su antigua mesa para esperarla y se puso a mirar la carta de tés y cafés.

Mientras la miraba pensó: “Cómo ha cambiado tod…”

- Parece que fue ayer la última vez que nos vimos aquí, ¿eh? No ha cambiado nada.

Reconoció la voz a su lado y al ver aquella sonrisa el bar pareció iluminarse de repente. Mientras se levantaba para darle dos besos en la mejilla sólo acertó a decir un “Hola, es cierto, no ha cambiado nada”.

Le ayudó a sentarse con un poco de teatro apartándole la silla y haciendo una reverencia al retirarse y ella mientras seguía sonriendo le decía que dejase de hacer el idiota.

- ¿No vas a cambiar nunca?- Dijo mientras cogía la carta de tés aunque sin ni siquiera echarle un vistazo. – Ha pasado ya tanto tiempo que creía que no iba a reconocerte al verte. Y fíjate, sigues igual que siempre.
- Pero bueno, ¿Cómo creías que ibas a verme? ¿Ya con bastón y pajarita? Sólo han sido seis años. Aunque tú cada día estás más guapa.

Un silencio entre ellos dos. Se estaban mirando el uno al otro para actualizar el recuerdo que tenían en mente. A ella los años le habían sentado fenomenal. Sé la veía mejor que nunca, sin maquillarse, cómo siempre había hecho. Él apenas había cambiado.

- ¿Qué tal te va todo? – Dijo ella.- Ah, lo siento mucho por aquel día en navidades. Lo olvidé completamente. Ya sabes: Una llamada del jefe a última hora, encargos de mi madre para reyes y entre unas cosas y otras se me fue. ¿No estuviste esperando demasiado verdad?

“Más de media hora esperándote en la calle porque la cafetería estaba cerrada…”

- Nada mujer tranquila, fue agradable darse un paseo y salir de casa. Me tomé un café y ya aproveche para dar una vuelta por la ciudad como en los viejos tiempos. Casi lo necesitaba.
- Perdonen, ¿Qué van a tomar?
- Para mí un café con leche y dos sobres de azúcar. ¿Sigues tomando el café sólo y sin azúcar?
-Sí. –Dijo con aquella maravillosa sonrisa.
- Pues lo dicho. – Dijo mirándole más a ella que al camarero que estaba apuntando el encargo. Si hubiera sido hace 6 años directamente se lo hubiera traído el dueño sin preguntar. Ya les conocía demasiado. – Y bueno. – Continuó cuando el camarero se alejó. - ¿Qué es de tu vida?

Y allí estuvieron poniéndose al día. Ella contándole todo sobre su vida, sus viajes, su trabajo y su familia. Él absorto en poner imágenes a lo que ella le contaba. Se acabaron el café y pidieron un té. Dejaron de hacer caso a las agujas de los relojes.

-… y por eso he vuelto, aunque mañana me voy a la República Checa. He encontrado un trabajo allí y me mudo. – Su voz cada vez se fue apagando a lo largo de la frase. Sus sonrisas desaparecieron. – Me ha alegrado mucho que me llamaras justo hoy. Porque, ¿Quién sabe cuando volveremos a vernos? Además te la debía por la de navidades.

“Así que si no te hubiera llamado no te hubieras acordado de mí”

- ¿Vas tu sola? O tienes allí algún amigo o…

- Mi novio viene conmigo. Llevamos saliendo tres años. ¿No te lo había contado ya? Creí habértelo dicho antes. Aunque claro ya nos vemos tan poco. Y cada vez nos llamamos menos. Además ya sabes desde que lo dejamos como amigos ya no supe que era lo que debía o no contarte…
- Puedes contarme lo que quieras, ya sabes. – Dijo con esa falsa sonrisa que sonaba tan bien y que de tanto practicarla ya parecía sincera. – Hay gente que siempre está ahí.
- Y tú no me cuentas nada. Hace tanto que no se de ti. Tu seguro que también tienes novia y todo a ver, cuéntame.
- Bueno, pues si quieres que te diga la verdad yo te llame para decirte que…- Un móvil le sacó del apuro.
- Perdón, un momento. – Dijo mientras contestaba el teléfono. – Si. Claro. Ya te lo dije, con un viejo amigo. Sí. Sí. Pues no. ¿Qué? ¿Cómo? ¿En serio? – Miró el reloj. – Madre, es cierto y todavía tengo que prepararlo todo. Sí, pues pásate por aquí, yo ya no tardo nada. Te espero en la puerta. Venga. Gracias. Un beso. Y yo a ti. Hasta ahora.- Colgó el teléfono y lo dejó en su bolso.- Me voy a tener que ir ya -Dijo poniéndose en pie.- tengo que pasar a despedirme de mis padres y terminar un par de maletas. Tenemos que volver a vernos ¿eh? Volveré en Navidades seguramente. O sino cuando vayas a la República Checa. Toma esta tarjeta. Esta es mi dirección y el móvil que usaré allí.

Le dio un beso en la mejilla y salió. Desde la mesa la vio montarse en un coche azul, en el asiento del copiloto, con su sonrisa mientras agitaba la mano para despedirse. Cuando la perdió de vista, el bar volvió a quedarse a oscuras.

Fue a la barra a pagar la cuenta y ya que estaba se pidió una copa. Era tarde y no tenía nadie quien le esperara en casa asique se tomó una copa. Después otra, y otra, y otra más. Hasta que al mirar la tarjeta que tenía en la mano vio el nombre de la pareja feliz y la destrozó en mil pedazos.

jueves, 4 de febrero de 2010

El golpe

Desde aquí quiero felicitar Marina que hoy se nos hace un poco más mayor pero que lleva los años estupendamente :) Que cumpla muchos más y que le guste este relatillo que he escrito hoy (aunque la idea vino en examenes) y que por tanto le dedico.
Y para los que todavia no lo sepan: ¡VISITAD SU BLOG! ;P

La mesa estaba llena de planos, mapas, reglas, bolígrafos y post-it con anotaciones. Las paredes mostraban un eje temporal a lo largo del día con el devenir de las acciones de la gente que allí trabajaba, con diversos datos sobre sus gustos preferencias, y cosas que podrían hacerles demorar. La mesilla de al lado se encontraba llena de tazas de café que había usado y tan sólo restos de azúcar de color marrón hacían compañía a las cucharas que todavía reposaban sobre ellos.

Y en la puerta con un cigarro en la mano, un sombrero de gánster de los años 20 (muy acorde con su personalidad) y en traje se encontraba él. David Stenca, quien llevaba planeando ese golpe algo más de tres meses.

Estaba ultimando los detalles, memorizando las líneas de autobuses que pasaban cerca, las comisarias más cercanas, así como las farmacias, las peluquerías y los quioscos. Todos los dispersos datos de aquella habitación en su mente estaban ordenados. Cerró los ojos, pensó una vez más como sería todo y dio una palmada mientras los abría. “Show must start” o algo así que dirían los ingleses.

Apagó el cigarro, cogió el maletín de una silla en la entrada y miró el reloj. A las 9:54 salió de casa.
Recorrió el camino como tantas otras veces, con el margen de tiempo que se había dado por si se encontraba a alguien y tenía que saludarle. Los vecinos a esa hora no saldrían de casa (tenía también estudiados sus horarios), pero nunca se sabía.

Primera parada un quiosco cercano. Se compró el periódico y avanzó hacia las grandes letras de la entrada del edificio de la acera de enfrente. 3, 2, 1 Verde, dominaba hasta los semáforos.

Entró en el banco como un cliente normal, uno más, pendiente de sus cosas y se puso en la cola del mostrador. Había dos personas delante de él. Quizá no tardara demasiado. Miró sobre sus hombros, al fondo podía ver su botín.

Aguardo la cola mientras el ir y venir de gente era constante (teoría de colas, también estudiado), y miró el reloj: 10:39 estaba a punto.

Cuando llegó a la línea amarilla que le hacía aguardar su turno se empezó a poner nervioso. Y si algo no salía bien, y si algo fallaba. La cajera trabajaba sin ventana acristalada, todo sería más fácil.

- ¡El siguiente!

Su turno. Sólo una pequeña pared les separaba. Abrió su maletín y sacó el objeto de su interior. La cajera miró asombrada.

- Esto para ti - Dijo dándole la rosa. – ¡Y esto me lo llevo puesto! – Dijo mientras se subía en la barra para robarle un beso.

Hecho esto salió del banco corriendo mientras nadie hacía nada para impedírselo y se montó en un autobús que acababa de llegar a la parada. Su corazón latía a mil por hora. Otro crimen perfecto. Cerró los labios. Guardaría aquel botín con todos los anteriores.

miércoles, 3 de febrero de 2010

El fin del mundo...

Este es un relatillo que escribí para elmundo.es que hacía un concurso de relatos. Como para variar no gané aquí lo teneís. :) ¡Y estoy lleno de nuevas ideas ahora que no tengo examenes!

Algunos científicos estaban equivocados.

Habían trabajado durante mucho tiempo en el “Gran Colisionador de Hadrones de Ginebra”. Y todos habían supuesto muchas teorías sobre las catástrofes que podrían ocurrir, pero nunca imaginaron lo que sucedió realmente.

Al probar a máxima potencia el invento, por un descuido de un operario incompetente, la reacción en cadena que se produjo fue tal que durante varias horas la tierra dejo de girar. La tierra detuvo su movimiento de rotación.

La noche fue más larga para medio mundo, mientras en la otra parte el día parecía no tener fin.

Cuando por fin la tierra volvió a girar por inercia y los científicos respiraron tranquilos de nuevo, se dieron cuenta del nuevo problema que se avecinaba. La tierra había salido de su órbita y se estaba produciendo un cambio climático producido por las nuevas condiciones en las que el mundo se encontraba.

Estábamos girando en un planeta sin control.

Ahora todos los científicos estaban confundidos.